NOVENA A SAN ANTONIO DE PADUA
NOVENA A SAN ANTONIO DE
PADUA
DÍA
PRIMERO
V/. En el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.
V/. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. Señor, date prisa en socorrerme.
V/.
Gloria al Padre...
R/. Como era en el principio...
ORACIÓN
INICIAL
Señor Dios de poder y misericordia,
te pedimos que nos envíes tu Espíritu Santo, para que, haciendo
morada en nosotros, como la hizo en tu siervo Antonio, nos convierta por su
intercesión en templos de tu gloria y nos guíe por los caminos
que tú, Padre de bondad, quieres para nosotros. Te lo pedimos por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
DE LA VIDA DE SAN
ANTONIO
Antonio, nombre que tomaría al
vestir el hábito franciscano, nació de familia distinguida en
Lisboa hacia 1195 y en el bautismo recibió el nombre de Fernando. A la
edad de 15 años sufrió una fuerte crisis de pubertad, lo que le
movió a vestir el hábito de los Canónigos Regulares de San
Agustín en el monasterio de San Vicente de Fora, situado a las afueras
de Lisboa. Un par de años después, para librarse de las visitas
de familiares y amigos, que le impedían concentrarse en su vida
espiritual, pidió y obtuvo de los superiores el traslado al monasterio
de Santa Cruz de Coimbra, que era entonces el centro más famoso de
cultura sagrada en el reino lusitano. Allí pasó años
decisivos para su formación intelectual al disfrutar de grandes maestros
y de una rica biblioteca. A principios de 1220 recibió la
ordenación sacerdotal, y algo antes conoció a los franciscanos
que se dirigían a Marruecos para predicar a los musulmanes la fe de
Cristo. Desde el principio la Providencia fue guiando los pasos de Antonio, que
fue dócil al soplo del Espíritu.
DE LOS SERMONES DE SAN
ANTONIO
El que está llenó del
Espíritu Santo habla diversas lenguas. Estas diversas lenguas son los
diversos testimonios que da de Cristo, como por ejemplo la humildad, la
pobreza, la paciencia y la obediencia, que son las palabras con que hablamos
cuando los demás pueden verlas reflejadas en nuestra conducta. La
palabra tiene fuerza cuando va acompañada de las obras, y, por esto, el
Señor nos maldice como maldijo aquella higuera en la que no halló
frutó, sino hojas tan sólo. «La norma del predicador -dice
san Gregorio- es poner por obra lo que predica». En vano se esfuerza en
propagar la doctrina cristiana el que la contradice con sus obras.
Hablemos, por tanto, como el
Espíritu Santo nos conceda expresarnos, pidiéndole humilde y
devotamente que nos infunda su gracia, para que llegue el día de
Pentecostés por la perfección de los cinco sentidos y la
observancia del Decálogo; para que quedemos llenos del espíritu
impetuoso de la contrición y nos abrasemos con las lenguas de fuego de
la confesión, para que, encendidos e iluminados en el esplendor de los
santos, merezcamos ver a Dios uno y trino. Ayúdenos aquel que es Dios
uno y trino, bendito por los siglos de los siglos. Diga todo espíritu:
Amén, aleluya.
Antífona: Desde su juventud caminó Antonio con
rectitud, halló mucha sabiduría y progresó en ella. Se
entregó a Dios de todo corazón y en tiempos violentos fue
compasivo.
DE LOS MILAGROS DE SAN
ANTONIO
El día en que fue honrosamente
sepultado el cuerpo del beatísimo Antonio en la iglesia de Santa
María de Padua, cierta mujer por nombre Cuniza, que desde hacía
un año estaba gravemente enferma, se llegó hasta la iglesia
valiéndose de muletas. Se había formado sobre sus espaldas una
giba descomunal y de tal manera la tenía encorvada, que en manera alguna
le era posible caminar sin el apoyo de bastones. Postrada en oración
durante breve tiempo ante la tumba del bienaventurado Antonio, se le
aplanó repentinamente la espalda sin quedar rastro de la giba, y,
dejadas las muletas, retornó desencorvada a su casa.
PLEGARIA
Recuerda, Señor, que tu misericordia
y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e
invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con
largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
ORACIÓN
FINAL
Dios todopoderoso y eterno, tú que
has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador
insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los
principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en
todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
V/.
Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios.
DÍA
SEGUNDO
V/. En el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.
V/. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. Señor, date prisa en socorrerme.
V/.
Gloria al Padre...
R/. Como era en el principio...
ORACIÓN
INICIAL
Te pedimos, Señor, confiados en la
intercesión de tu siervo Antonio, que tu Espíritu nos penetre con
su fuerza, para que nuestro pensar te sea grato y nuestro obrar concuerde con
tu voluntad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
DE LA VIDA DE SAN
ANTONIO
El 16 de enero de 1220 fueron martirizados
en Marrakech los franciscanos que habían pasado por Coimbra, san Berardo
y cuatro compañeros. Sus restos mortales fueron llevados por el Infante
Don Pedro a Coimbra, y allí colocados en la iglesia de Santa Cruz. Las
noticias del martirio y los milagros que acompañaban a las santas
reliquias llevaron a Antonio a intensificar sus relaciones con los franciscanos
del pequeño convento de San Antón. El deseo de evangelizar a los
infieles y de sufrir el martirio por Cristo, llevó a Antonio a pasar,
con los debidos permisos, a la Orden de San Francisco. Era el
verano-otoño de 1220. Hecho un brevísimo noviciado, a finales de
1220 o principios de 1221 Antonio marchó a Marruecos con un
compañero. Pero, cuando veía ya cercano el cumplimiento de sus
anhelos, una grave enfermedad lo tuvo postrado todo el invierno, y lo
obligó a regresar a su patria tan pronto como el tiempo y la
navegación lo permitieran. Una vez más era la Providencia la que
marcaba el camino a Antonio con hechos insospechados.
DE LOS SERMONES DE SAN
ANTONIO
La confesión sacramental se dice
también puerta del cielo. Sí. Verdaderamente es puerta del
cielo, verdadera puerta del paraíso, porque por ella, como por una
puerta, pasa el penitente a besar los pies de la divina misericordia, se
levanta hasta besar las manos de la gracia celestial, y es acogido para recibir
el ósculo de la reconciliación con el Padre. ¡Oh casa de
Dios! ¡Oh puerta del cielo! ¡Oh confesión del pecado!
¡Dichoso aquel que habite en ti! ¡Dichoso el que entre por ti!
¡Feliz el que se humillare en ti! Humillaos, pues, vosotros, y entrad,
hermanos carísimos, por la puerta de la confesión. Confesad, como
habéis oído, los pecados y sus circunstancias. Ha llegado el
tiempo aceptable para la confesión, ha llegado el día saludable
para la satisfacción, conforme a lo que dice: Habiendo ayunado
cuarenta días y cuarenta noches...
Cuando finalmente le tentó de
avaricia, le respondió Jesús: Adorarás al Señor
tu Dios, y a Él solo servirás. Todos los que aman el dinero o
las glorias mundanas, se postran ante el diablo y lo adoran. Pero nosotros, por
quienes Jesucristo descendió al vientre de una Virgen y se
sometió al tormento de una cruz, instruidos por su ejemplo, vayamos al
desierto de la penitencia y con su ayuda refrenemos el ímpetu de la
gula, el viento de la vanagloria, el incendio de la avaricia. Adoremos a Aquel
a quien los ángeles sirven. Él es bendito, glorioso, laudable y
excelso por los siglos de los siglos. Y toda criatura responda:
Amén.
Antífona: El Señor enderezó
sus pasos, y prolongó su vereda en la paz. Le mostró el camino de
la sabiduría, su senda brilla como la aurora y se va esclareciendo hasta
que es de día.
DE LOS MILAGROS DE SAN
ANTONIO
Una monja de Santa Clara, llamada Oliva,
cuando aún estaba insepulto el cuerpo del santo, se llegó a
besarle las manos. Mientras permanecía postrada ante su cuerpo,
pidió a Dios que, por los méritos del bienaventurado padre
Antonio, le infligiera en la presente vida toda la pena que por sus pecados
hubiera merecido. Acabada su oración, volvió a entrar al
monasterio, siendo enseguida atacado todo su cuerpo de un dolor tan violento,
que no sólo le fue imposible dominarse a sí misma, sino que
sobresaltó a las otras monjas con sus gritos. Cuando al día
siguiente entraban las otras en el refectorio, entró también ella
a hurtadillas; pero, recreciéndole poco a poco el mal, no pudo probar
bocado, sino que, mientras sus hermanas comían, se revolvía a uno
y otro lado. Fue llevada a la enfermería por orden de la abadesa y, con
redobladas súplicas, imploraba remedio. Se acordó entonces de que
tenía guardada una partecilla de la túnica del bienaventurado
Antonio y, tras hacérsela traer, se la aplicó. Inmediatamente
cesó todo dolor.
PLEGARIA
Recuerda, Señor, que tu misericordia
y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e
invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con
largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
ORACIÓN
FINAL
Dios todopoderoso y eterno, tú que
has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador
insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los
principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en
todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
V/.
Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios.
DÍA
TERCERO
V/. En el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.
V/. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. Señor, date prisa en socorrerme.
V/.
Gloria al Padre...
R/. Como era en el principio...
ORACIÓN
INICIAL
Padre lleno de amor, concédenos por
intercesión de san Antonio que, siguiendo su ejemplo, nos dediquemos con
amor al servicio de la Iglesia y de los hombres nuestros hermanos. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
DE LA VIDA DE SAN
ANTONIO
La nave en que regresaba Antonio a
Portugal, fue arrastrada por la violencia de los vientos a las costas de
Sicilia. Desembarcó el Santo y llegó a Mesina, donde los frailes
que lo acogieron le informaron que se iba a celebrar pronto un capítulo
general en Asís, al que podían asistir todos los hermanos de la
Orden. Antonio se unió a ellos y, del 30 de mayo al 8 de junio de 1221,
estuvo en el capítulo presidido por san Francisco. Terminado el
capítulo, cada cual regresó a su provincia o marchó a la
misión que se le había confiado. Antonio era un desconocido,
recién incorporado a la Orden en tierras lejanas, y no tenía un
destino establecido, por lo que el provincial de Romaña lo
admitió en su provincia y lo destinó al eremitorio de Monte
Paolo, cerca de Forlí, en el que no había ningún
sacerdote. Durante unos quince meses, allí pudo el santo madurar su
vocación franciscana, sacar conclusiones de su experiencia misionera,
sumergirse en la contemplación y en la vida ascética. Hasta que
un hecho, en apariencia fortuito, iba a cambiar el rumbo de su vida.
DE LOS SERMONES DE SAN
ANTONIO
¡Oh inestimable dignidad de
María! ¡Oh inenarrable sublimidad de la gracia! ¡Oh
inescrutable profundidad de misericordia! ¿Qué gracia, qué
misericordia fue o pudo jamás ser hecha a un ángel o a un hombre,
tan grande como la que fue hecha a la bienaventurada Virgen María, que
Dios Padre quiso que fuera Madre de su propio Hijo, igual a Él,
engendrado antes de los siglos? Sería gracia y dignidad máxima
que una pobrecita mujer tuviese un hijo con el emperador. En realidad, superior
a toda gracia fue la gracia de María Santísima, que tuvo un Hijo
con Dios Padre, por lo cual, mereció ser coronada en el cielo.
Te rogamos, pues, Señora nuestra,
ínclita Madre de Dios, ensalzada por encima de los ángeles, que
llenes con la gracia celestial el vaso de nuestro corazón; que lo hagas
resplandecer con el oro de la sabiduría; que lo fortalezcas con el poder
de tu virtud; que lo adornes con las piedras preciosas de las virtudes; que
derrames sobre nosotros el óleo de tu misericordia, tú, olivo
bendito, para que cubras la multitud de nuestros pecados, a fin de que
merezcamos ser levantados a la altura de la gloria celestial y ser
bienaventurados con los bienaventurados. Ayúdenos Jesucristo, tu Hijo,
que te exaltó por encima de los coros de los ángeles, te puso la
corona de Reina y te sentó en el trono de la luz eterna. A Él es
dada honra y gloria por los siglos de los siglos. Diga toda la Iglesia:
Amén, Aleluya.
Antífona: El Espíritu del
Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido.
Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para proclamar la
amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar
el año de gracia del Señor.
DE LOS MILAGROS DE SAN
ANTONIO
Un clérigo de Anguilara, llamado
Guidoto, cierto día que estaba en la cámara del señor
obispo de Padua, se mofaba a escondidas de los testigos que deponían
acerca de los milagros del bienaventurado Antonio. Pero a la noche siguiente
fue acometido de dolores tan violentos por todo el cuerpo, que creyó que
irremisiblemente le aguardaba la sentencia de muerte. Estimándose, y con
razón, indigno de conmiseración, pedía a su madre que,
apoyada en su confianza, hiciera un voto al santo de Dios, para poder alcanzar
así misericordia. Apenas hecho el voto desaparecieron los dolores, y
antes de que llegara el día ya estaba sano; y el que antes había
hecho escarnio de los testigos con la risilla de la incredulidad, viose
obligado ahora a rendir testimonio ante la verdad.
PLEGARIA
Recuerda, Señor, que tu misericordia
y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e
invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con
largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
ORACIÓN
FINAL
Dios todopoderoso y eterno, tú que
has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador
insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los
principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en
todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
V/.
Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios.
DÍA
CUARTO
V/. En el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.
V/. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. Señor, date prisa en socorrerme.
V/.
Gloria al Padre...
R/. Como era en el principio...
ORACIÓN
INICIAL
Te pedimos, Dios Padre todopoderoso, por
intercesión de tu amigo san Antonio, que derrames sobre nosotros la
fuerza del Espíritu Santo, para que, como él, podamos cumplir
fielmente tu voluntad y demos testimonio de ti con nuestras obras. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
DE LA VIDA DE SAN
ANTONIO
El 24 de septiembre de 1222, acudieron a
Forlí multitud de frailes, entre ellos Antonio, con motivo de la
administración de órdenes sagradas. Era costumbre que antes de
tal celebración se dirigiera una exhortación a los ordenandos.
Pero resultó que ninguno de los presentes, ni siquiera los dominicos, se
encontraba dispuesto para ello. En tal situación el superior franciscano
ordenó a Antonio que dijera dos palabras de edificación, y el
santo, sin pretenderlo, puso de manifiesto su gran cultura
bíblico-teológica, así como su profunda espiritualidad,
para asombro y alegría de los asistentes. Se enteró de lo
sucedido el Provincial, que de inmediato confirió a Antonio el oficio de
la predicación. A partir de octubre de 1222, Antonio se consagró
a la predicación, recorriendo pueblos y ciudades, dirigiendo la palabra
a sus propios hermanos de hábito, a grupos de estudiantes, a
confraternidades, a entidades canonicales o monásticas, e incluso a la
curia pontificia. A su predicación moral y penitencial, asoció la
acción pacificadora, la enseñanza de la S. Escritura a sus
hermanos, el enfrentamiento con los herejes, etc.
DE LOS SERMONES DE SAN
ANTONIO
Refúgiate en la Virgen María,
oh pecador, porque es ella la ciudad de refugio. En efecto, como se dice en el
libro de los Números, en otro tiempo el Señor mandó:
Elegiréis ciudades que sean para vosotros ciudades de refugio, donde
pueda refugiarse el homicida que hubiere muerto a alguno sin querer.
Así ahora la misericordia del Señor ha puesto como refugio de
misericordia el nombre de María hasta para los homicidas voluntarios.
Torre fortísima es el nombre de la Señora. En ella se
refugiará el pecador y se salvará. Nombre dulce, nombre que
conforta al pecador, nombre de dichosa esperanza. Señora, tu nombre
está en el deseo de mi alma. El nombre de la Virgen era
María, dice san Lucas. Es tu nombre perfume que se difunde.
El nombre de María es júbilo en el corazón, miel en la
boca, melodía en el oído. Noblemente, pues, en alabanza de la
Virgen Santísima se dice: Dichoso el vientre que te llevó y
los pechos que mamaste.
Por eso, te pedimos, Señora nuestra,
esperanza nuestra, que Tú, Estrella del mar, irradies luz a nosotros,
sacudidos por la tempestad de este mar, nos encamines al puerto, y protejas
nuestra muerte con la tutela de tu presencia, a fin de que merezcamos salir
seguros de la cárcel y lleguemos alegres al gozo interminable.
Ayúdenos Aquel a quien llevaste en tu vientre bendito y amamantaste en
tus pechos sacratísimos. A Él sea dada honra y gloria por los
siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor puso a Antonio
como lumbrera y lo exaltó en medio de su pueblo. La lengua del justo es
plata probada. Sus labios apacientan a muchos.
DE LOS MILAGROS DE SAN
ANTONIO
Un hombre de Porcilia (barriada de Padua),
Escoto por nombre, que tenía los pies empodrecidos y tumefactos a causa
de una podagra nudosa, acudió, llevado por un hombre a sus espaldas, al
convento de los frailes. Tras confesarse y recibir la penitencia, sin
pérdida de tiempo se hizo llevar, devoto, ante el arca de san Antonio.
Habiendo permanecido allí brevemente, al momento retornó ya sano
tan velozmente al fraile confesor, que éste, en extremo admirado por la
brevedad del tiempo transcurrido, hizo que el que había curado se
paseara por el claustro. Finalmente, ante los ojos de todos, el que
llegó transportado a las espaldas, se fue por su propio pie, dando
gracias a Dios y al bienaventurado Antonio.
PLEGARIA
Recuerda, Señor, que tu misericordia
y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e
invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con
largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
ORACIÓN
FINAL
Dios todopoderoso y eterno, tú que
has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador
insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los
principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en
todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
V/.
Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios.
DÍA
QUINTO
V/. En el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.
V/. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. Señor, date prisa en socorrerme.
V/.
Gloria al Padre...
R/. Como era en el principio...
ORACIÓN
INICIAL
Señor, tú que hiciste crecer
a la Iglesia mediante el celo y los trabajos apostólicos de san Antonio,
haz que, por su intercesión, recibamos siempre nuevos estímulos
para crecer en la fe y en las buenas obras. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
DE LA VIDA DE SAN
ANTONIO
Además de predicador, san Antonio
fue el primer "lector" o maestro de teología de la Orden, que
comenzó su docencia en Bolonia, entre 1223 y 1224, con la
aprobación expresa de san Francisco. Luego, desde el otoño de
1224 hasta finales de 1227, estuvo en el sur de Francia, dedicado a una
multiforme actividad apostólica: la labor contra los herejes albigenses
y los daños que habían causado en el pueblo, la enseñanza
como maestro de teología en Montpellier, ciudadela de la ortodoxia
católica, donde se formaban los dominicos y los franciscanos para
predicar a los albigenses de la región. En el capítulo celebrado
en Arlés, mientras Antonio predicaba, san Francisco, que aún
vivía, se apareció estigmatizado. Por el año 1225, Antonio
estuvo predicando en Toulouse, fortaleza de los albigenses, y, como maestro de
teología, enseñando a sus hermanos de hábito. Según
una tradición, aquí sucedió el famoso milagro del mulo,
que se arrodilló ante la Eucaristía. Sin dejar de predicar y
enseñar, ejerció también cargos de autoridad.
DE LOS SERMONES DE SAN
ANTONIO
Le pusieron por nombre Jesús.
Nombre deleitable, nombre que conforta al pecador y da dichosa esperanza.
Júbilo en el corazón, melodía en el oído, miel en
la boca. De este nombre dice la Esposa, transportada de gozo, en el Cantar de
los Cantares: Oleo derramado es tu nombre. Nota que el óleo hace
cinco cosas. Sobrenada en todo líquido, ablanda las cosas duras, endulza
las ásperas, ilumina las oscuras, sacia los cuerpos. Así este
nombre de Jesús sobresale entre todos los nombres y ángeles,
porque al nombre de Jesús doblan las rodillas todas las cosas. Si le
predicas a Él, ablanda los duros corazones; si le invocas, endulza las
ásperas tentaciones; si en Él piensas, ilumina el corazón;
si lo lees, sacia el alma.
Nosotros, pues, que del nombre de Cristo
nos llamamos cristianos, unánimemente y con devoto corazón
roguemos al mismo Jesucristo, Hijo de Dios, y pidámosle insistentemente
nos conceda llegar con espíritu contrito a la confesión y
merezcamos recibir el perdón de nuestras iniquidades. Así
renovados y purificados, merezcamos disfrutar del gozo de su santa
resurrección y hallarnos en la gloria de la bienaventuranza eterna.
Ayúdenos Él mismo, a quien es debida toda honra y gloria por los
siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor hizo milagros en
mi favor, y me escuchó cuando lo invoqué. Alabaré al
Señor con mi corazón y con mis obras; daré gracias al que
me enseñó.
DE LOS MILAGROS DE SAN
ANTONIO
Había en Codigoro una niña
llamada Samaritana, a la que un día, habiendo ido con otras niñas
al campo de su padre a coger legumbres, súbitamente se le contrajeron
las rodillas. Ya no fue capaz de regresar, y fueron sus acompañantes las
que la llevaron a la casa paterna. Y así, arreciando la enfermedad,
desde hacía tres años caminaba arrastrándose con las manos
y con las nalgas por el suelo. Cierto día, tras hacer la
confesión, acudió la niña junto con su madre al sepulcro
del bienaventurado Antonio para orar, y, recuperada enseguida su antigua salud,
se apresuró a volver a casa por su propio pie. Llegó esto a
oídos de la gente de Codigoro, que salieron al punto a su encuentro,
mientras repicaban las campanas, y veneraron en ella la grandeza del
Señor.
PLEGARIA
Recuerda, Señor, que tu misericordia
y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e
invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con
largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
ORACIÓN
FINAL
Dios todopoderoso y eterno, tú que
has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador
insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los
principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en
todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
V/.
Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios.
DÍA
SEXTO
V/. En el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.
V/. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. Señor, date prisa en socorrerme.
V/.
Gloria al Padre...
R/. Como era en el principio...
ORACIÓN
INICIAL
Concédenos, Dios todopoderoso, que
al celebrar la memoria de tu siervo san Antonio, aprovechemos sus admirables
enseñanzas e imitemos el ardor de su caridad. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
DE LA VIDA DE SAN
ANTONIO
A finales de 1227, Antonio regresó a
Italia donde continuó incansable su tarea apostólica. Poco
después, fue elegido ministro provincial del norte de Italia, y como tal
estaba obligado a visitar, exhortar y corregir a sus frailes. Las fuentes
alaban la figura de Antonio como servidor y ministro de sus hermanos,
subrayando su ejemplaridad, su clemencia y benignidad, su capacidad de conmover
los corazones de los tibios y negligentes, su defensa y protección del
buen nombre de sus frailes, su buen humor en la convivencia, etc. Antonio
dejó el oficio de ministro provincial en mayo de 1230, cuando se
celebró el capítulo general en Asís con motivo del
traslado de los restos mortales de san Francisco a la basílica que se le
había construido. Por aquel tiempo se estableció la sincera y
profunda amistad entre san Antonio y Tomás Gallo, famoso teólogo
y comentador de los escritos del Pseudo-Dionisio, canónigo regular de
San Agustín, abad del monasterio de San Andrés de Vercelli, en el
que San Antonio moró algún tiempo; para ambos debió de
resultar fructuoso el trato mutuo.
DE LOS SERMONES DE SAN
ANTONIO
Lo entregó uno de sus
discípulos: ¿Qué me queréis dar y yo os lo
entregaré? ¡Horror! Por una insignificancia es vendido aquel
que no tiene precio. ¡De espanto! Dios traicionado, vendido por unas
monedas. ¿Qué me queréis dar? ¡Oh Judas! Te
atreves a vender al Señor, al Hijo de Dios, como si fuese un vil
esclavo, un perro muerto; ni siquiera pides lo que tú quisieras, sino lo
que quieran darte los compradores. ¿Qué me queréis
dar? ¿Qué te van a dar ellos? Si te diesen Jerusalén,
Galilea o Samaría ¿podrían con eso pagar lo que vale
Jesús? Si te pudiesen dar el cielo, los ángeles, la tierra y los
hombres, el mar y todo cuanto contiene ¿podrían comprar al Hijo de
Dios, en quien están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y
de la ciencia? Cierto que no.
Roguemos, pues, hermanos carísimos,
y supliquemos humildemente a la misericordia de Jesucristo, que venga a ponerse
en medio de nosotros, nos conceda la paz, nos absuelva de los pecados, quite de
nuestro corazón toda duda y nos infunda la fe en su pasión y
resurrección, para que con los Apóstoles y con los fieles de la
Iglesia merezcamos recibir la vida eterna. Ayúdenos aquél que es
bendito, laudable y glorioso por los siglos de los siglos. Que toda alma fiel
diga: Amén, Aleluya.
Antífona: Por su fidelidad se
acreditó de profeta, y se manifestó fiel en su
predicación. Todos se maravillaron de la sabiduría de sus
palabras y glorificaron a Dios.
DE LOS MILAGROS DE SAN
ANTONIO
Vivía en el castillo de
Montañana una mujer, cuyo nombre era Guina, que tenía ya dos
años imposibilitados el hombro y la mano derecha, de manera que no
podía echarse absolutamente nada a la espalda, ni tampoco llevarse la
mano a la boca. Acercóse cierto día una primera y una segunda vez
al sepulcro del bienaventurado Antonio, y, como no sintiera el más
mínimo alivio en el hombro ni en el brazo, se llegó al fraile que
estaba ocupado en confesar. Hecha la confesión, acercóse una
tercera vez al arca, y se postró en oración. Mientras oraba,
viose asaltada improvisamente de un agudo dolor en el hombro, y el hueso de la
espalda retornó a su lugar, crujiendo como cuando se cascan nueces. Se
alzó entonces la mujer, y al punto agitó el brazo, y, a la vista
de todos, volvió libre a su casa.
PLEGARIA
Recuerda, Señor, que tu misericordia
y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e
invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con
largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
ORACIÓN
FINAL
Dios todopoderoso y eterno, tú que
has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador
insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los
principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en
todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
V/.
Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios.
DÍA
SÉPTIMO
V/. En el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.
V/. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. Señor, date prisa en socorrerme.
V/.
Gloria al Padre...
R/. Como era en el principio...
ORACIÓN
INICIAL
Dios todopoderoso, que le has dado un
doctor a tu Iglesia en la figura de san Antonio, haz que todo cuanto él
enseñó bajo el magisterio del Espíritu, arraigue para
siempre en nuestros corazones; y el que, por gracia tuya, es nuestro protector,
sea también nuestro abogado y atraiga sobre nosotros tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
DE LA VIDA DE SAN
ANTONIO
De junio de 1229 a junio de 1230, la
Iglesia promovió una gran misión pacificadora en la región
véneta, atormentada por los crueles enfrentamientos entre facciones de
la nobleza. Antonio participó en esa misión, armonizando el
cuidado de los frailes con los viajes de evangelizador y pacificador. Estuvo
repetidas veces Padua, donde fijó su residencia y se dedicó
intensamente a predicar, a oír confesiones, y también a
enseñar teología a sus frailes en la escuela que fundó en
la ciudad; más aún, tuvo coloquios y conferencias de temas
bíblico-morales en los ambientes universitarios paduanos, que le
profesaron una gran veneración. El capítulo general de 1230
envió a Roma a un grupo selecto de hermanos, entre ellos Antonio, con el
encargo de exponerle al Papa los problemas urgentes de la Orden. La estancia en
la curia pontificia se prolongó algunos meses, en los que Antonio
continuó predicando y dando conferencias espirituales. El Papa, en la
bula de canonización de Antonio, recuerda su trato personal con
él, su virtud y su ciencia, y lo llama "Arca del Testamento"
por sus profundos conocimientos bíblicos.
DE LOS SERMONES DE SAN
ANTONIO
Lo entregó Judas, uno de sus
discípulos. ¿Puede acaso el Creador ser comprado o vendido por una
criatura? Y tú dices: ¿Qué me queréis dar y os lo
entregaré? Dime ¿en qué te perjudicó y qué
mal te hizo, pues dices: os lo entregaré? ¿Te olvidaste de
aquella incomparable humildad del Hijo de Dios y de su pobreza voluntaria?
¿Su bondad y afabilidad? ¿Su dulce predicación y prodigiosos
milagros? ¿Aquellas tiernísimas lágrimas derramadas sobre la
ciudad de Jerusalén y la muerte de Lázaro? ¿Y el privilegio
de haberte escogido para ser Apóstol haciéndote su familiar y
amigo? Éstas y otras cosas semejantes tendrían que ablandarte el
corazón e inducirte a piedad para no decir: Y os lo
entregaré. ¡Oh, cuántos son hoy los Judas Iscariotes que
traicionan la verdad por obtener cualquier ventaja temporal! ¡Traicionan
al prójimo con el beso de la adulación y terminan
ahorcándose con el lazo de la condenación eterna!
Te rogamos, Señora nuestra, Madre de
Jesús, que tú, Estrella de la mañana, alejes con tu
esplendor la niebla de la sugestión diabólica que cubre la tierra
de nuestra alma; tú que eres la luna llena, llena nuestro vacío,
ahuyenta las tinieblas de nuestros pecados, a fin de que merezcamos llegar a la
plenitud de la vida eterna, a la luz de la gloria imperecedera. Ayúdenos
el Señor, que te creó para que seas nuestra luz. A Él sea
dada la honra y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El justo germinará como
una azucena, y florecerá eternamente ante el Señor. Será
alabado ante la muchedumbre de los elegidos. Porque el Señor ha honrado
a su siervo y por su medio has obrado maravillas. Su nombre será
glorificado.
DE LOS MILAGROS DE SAN
ANTONIO
Un caballero de Salvaterra, Aleardino por
nombre, que desde su mocedad había sido seducido por la herejía,
fue un día a Padua, y, mientras estaba sentado a la mesa, razonaba con
los otros comensales sobre los milagros otorgados a los fieles devotos por los
méritos del bienaventurado Antonio. Como todos sostenían que el
bienaventurado Antonio era un santo de Dios, vació el vaso que
tenía entre las manos y prorrumpió más o menos así:
«Si aquel a quien vosotros llamáis santo preservare intacto este
vaso, tendré por verdadero aquello de que intentáis
persuadirme». Desde lo alto donde estaban comiendo, arrojó el vaso
contra el suelo, y, cosa admirable, resistió el vidrio el choque contra
la piedra y quedó incólume. Arrastrado a penitencia a la vista
del milagro, precipitóse solícito el hidalgo a recoger el vaso
intacto, y, llevándolo consigo, contó a los frailes cómo
había sucedido todo. Y hecha la confesión, aceptó con
unción la penitencia que por sus pecados se le impuso, adhirióse
a Cristo con fidelidad, y convirtióse en incansable predicador de sus
maravillas.
PLEGARIA
Recuerda, Señor, que tu misericordia
y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e
invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con
largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
ORACIÓN
FINAL
Dios todopoderoso y eterno, tú que
has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador
insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los
principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en
todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
V/.
Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios.
DÍA
OCTAVO
V/. En el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.
V/. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. Señor, date prisa en socorrerme.
V/.
Gloria al Padre...
R/. Como era en el principio...
ORACIÓN
INICIAL
Señor y Dios nuestro, que por tu
amor hacia los hombres has querido que san Antonio anunciara al pueblo la
riqueza insondable que es Cristo; concédenos, por su intercesión,
crecer en el conocimiento de tu misterio y vivir siempre según el
Evangelio, dando fruto abundante de buenas obras. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
DE LA VIDA DE SAN
ANTONIO
En el otoño de 1230, cumplida la
misión que la Orden le había encomendado ante la curia papal,
Antonio regresó a Padua donde, libre de la responsabilidad de cuidar de
sus hermanos, se dedicó plenamente a la predicación itinerante y
a la preparación de sus sermones escritos. Accediendo a los ruegos del
Card. Reinaldo de Segni, futuro papa Alejandro IV, Antonio, que en el invierno
anterior había escrito sus Sermones dominicales, consagró
el de 1230-31 a la redacción de sus Sermones festivi, pero, al
acercarse la cuaresma, interrumpió este trabajo para dedicarse a la
predicación. Del 5 de febrero al 23 de marzo de 1231, predicó la
cuaresma en Padua, con un largo sermón diario, con catequesis y horas de
oír confesiones. Tan admirable misión cuaresmal agotó las
fuerzas del santo y minó su salud, pero produjo muy abundantes frutos
evangélicos. El 17 de marzo de 1231, lunes santo, Antonio se
presentó al podestà de Padua y a su Consejo para pedirles que se
atenuaran las penas de los estatutos comunales para los pobres endeudados que
no podían pagar, y lo consiguió.
DE LOS SERMONES DE SAN
ANTONIO
¡Oh mansedumbre de la piedad divina,
paciencia de la benignidad del Padre, profundo e insondable misterio de los
designios eternos! Veías, Padre, que a tu Unigénito, igual a ti,
le ataban a la columna como a un bandido y le azotaban como a un homicida.
¿Cómo te pudiste contener? Te damos gracias, Padre Santo, por
habernos liberado de las cadenas del pecado y de los azotes del diablo por
medio de las cadenas y azotes de tu querido Hijo. Pero, desgraciadamente,
Poncio Pilato azota de nuevo a Jesucristo... Aún más: fue
manchado con salivazos de los judíos. Dice San Mateo: Entonces se
pusieron a escupirle en la cara y a abofetearle; y otros a golpearle.
¡Oh Padre, la cabeza de tu Hijo Jesús, que hace temblar a los
ángeles, es golpeada con una caña; su rostro, que los
ángeles desean contemplar, es manchado con salivazos, abofeteado; su
barba es arrancada; le dan puñetazos, lo arrastran por los cabellos! Y
tú, oh clementísimo, callas, disimulas y prefieres que Uno, tu
Único, sea de tal modo escupido y abofeteado antes que toda la
nación perezca. Honor y gloria a ti, porque con las escupiduras, los
puñetazos y las bofetadas que recibió tu Hijo Jesús nos
preparaste una triaca para expulsar el veneno de nuestra alma.
Te pedimos, Señor Jesús, que
tú, el buen Pastor, nos guardes a nosotros, tus ovejas, nos defiendas
del mercenario y del lobo, y nos corones en tu reino con la corona de la vida
eterna. Ayúdanos tú, que eres bendito, glorioso y laudable por
los siglos de los siglos. Que diga toda ovejita, toda alma fiel: Amén,
Aleluya.
Antífona: Oh doctor admirable, luz de la Iglesia santa,
bienaventurado Antonio, fiel cumplidor de la ley, ruega por nosotros al Hijo de
Dios.
DE LOS MILAGROS DE SAN
ANTONIO
En la ciudad de Comaquio vivía un
hombre llamado Domingo que, cierto día, salió de su casa para un
menester, y se llevó en su compañía a un hijo
pequeño, que iba caminando tras él. Cuando se habían
alejado algún tanto de su casa, volvió la vista atrás y no
vio aparecer a nadie. Sobrecogido, se puso a dar vueltas, buscándolo por
los alrededores con ojos asombrados, hasta que finalmente encontró al
pequeño ahogado en una poza. Sacó el desdichado padre al
muchachuelo, lo llevó a casa y se lo entregó exánime a la
madre; pero ésta, haciendo al punto un voto, lo recibió vivo por
los méritos del muy bienaventurado Antonio.
PLEGARIA
Recuerda, Señor, que tu misericordia
y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e
invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con
largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
ORACIÓN
FINAL
Dios todopoderoso y eterno, tú que
has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador
insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los
principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en
todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
V/.
Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios.
DÍA
NOVENO
V/. En el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.
V/. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. Señor, date prisa en socorrerme.
V/.
Gloria al Padre...
R/. Como era en el principio...
ORACIÓN
INICIAL
Dios todopoderoso, te rogamos humildemente,
por intercesión de san Antonio, que derrames sobre tu pueblo la
abundancia de tu gracia y de tus dones para que nuestros días discurran
felices en tu paz verdadera. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
DE LA VIDA DE SAN
ANTONIO
En la segunda mitad de mayo de 1231,
después de aquella agotadora cuaresma y de las celebraciones pascuales,
Antonio se retiró al eremitorio de Camposampiero, cerca de Padua.
Necesitaba descansar, cuidar su quebrantada salud y, sobre todo, sumergirse en
la oración y el recogimiento espiritual para prepararse al encuentro con
la hermana muerte, que sentía cercana. El 13 de junio de 1231, viernes,
estando a la mesa con los frailes, sufrió un repentino colapso y,
sintiéndose morir, pidió que lo llevaran a Padua. Lo trasladaron
en un carro y, al acercarse a la ciudad, se desviaron hacia el hospicio anejo
al monasterio de las clarisas de La Cella. Allí empeoró, se
confesó, cantó a la Virgen, tuvo una visión de Cristo,
recibió la unción de los enfermos... y falleció. Superada
la polémica sobre el lugar de su enterramiento, el 17 de junio, martes
(de ahí los "martes" de S. Antonio), sus restos mortales
fueron trasladados a la ciudad, y los milagros empezaron a multiplicarse. El 30
de mayo de 1232 Gregorio IX lo canonizó solemnemente. Pío XII, en
1946, lo proclamó Doctor de la Iglesia, con el título de
"Doctor Evangélico".
DE LOS SERMONES DE SAN
ANTONIO
Con razón, pues, dijo Jesús
de sí mismo: Yo rogaré al Padre por vosotros. Por eso dice
san Juan en su carta: Tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo,
el justo. Él es víctima de propiciación, es decir, de
aplacamiento, por nuestros pecados. Por esta razón lo ofrecemos
diariamente en el sacramento del altar a Dios Padre para que perdone nuestros
pecados. Procedemos, pues, como la madre que tiene un hijo pequeñito.
Cuando su marido airado le quiere golpear a ella, ella, estrechando a la
criatura en sus brazos, la pone delante del airado marido diciendo:
¡Golpea a éste, azota a éste! La criatura llorando se
compadece de la madre, y el padre, cuyas entrañas se han conmovido con
las lágrimas del hijo a quien ama entrañablemente, perdona a su
mujer gracias al hijo. De la misma manera a Dios Padre, airado con nosotros por
nuestros pecados, le ofrecemos su Hijo Jesucristo por la alianza de nuestra
reconciliación en el Sacramento del altar, a fin de que, si no por
atención a nosotros, al menos por Jesús, su Hijo amado, aleje los
castigos que justamente merecemos, y acordándose de sus lágrimas,
de sus trabajos y de su Pasión, nos perdone.
Ea, pues, Señora nuestra, santa
Madre de Dios, única esperanza, te suplicamos que ilumines con el
esplendor de tu gracia nuestras almas, que las purifiques con el candor de tu
pureza, que las enciendas con el calor de tu visita y nos reconcilies con tu
Hijo, para que merezcamos llegar al esplendor de su gloria. A él sea
dada honra y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
El Espíritu Santo, amor del Padre y
del Hijo, se digne cubrir con su caridad la multitud de nuestros pecados. A
Él se debe honra y gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
Antífona: Mirad a mi siervo Antonio, a
quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero; sobre él he puesto mi
espíritu. No se desvanecerá su memoria, y su nombre se
repetirá de generación en generación.
DE LOS MILAGROS DE SAN
ANTONIO
Una mujer de Tremiñón, por
nombre Vida, ferventísima devota del bienaventurado Antonio, anhelaba
con toda su alma visitar su sepulcro. Pero se acercaba el tiempo de la cosecha,
y bandadas de gorriones causaban gran estrago en el panizo, que ya blanqueaba
próximo a su sazón, y como ella estaba puesta de guardiana para
espantar a tan importuno género de pajarillos, no tenía ninguna
posibilidad de ponerse en camino. Llegando un día a la cerca que rodeaba
el panizal, prometió que si el bienaventurado Antonio lo guardaba de los
gorriones, visitaría nueve veces su sepulcro. Apenas hecha la promesa,
cuando una nube de los dichos pájaros abandonó el lugar en una
sola bandada, y vio que no quedó ni un solo gorrión sobre los
sauces que circundaban el panizal. La buena mujer se apresuró a dar
cumplimiento a su anhelo.
PLEGARIA
Recuerda, Señor, que tu misericordia
y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e
invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con
largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
ORACIÓN
FINAL
Dios todopoderoso y eterno, tú que
has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador
insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los
principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en
todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
V/.
Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios.
ELEMENTOS
COMPLEMENTARIOS
RESPONSORIO DE SAN
ANTONIO
V/.
Ruega a Cristo por nosotros,
Antonio glorioso y santo. R/. Para que dignos así de sus promesas seamos. Amén.
Oremos:
Haz, Señor, que la intercesión de tu confesor y doctor san
Antonio llene de alegría tu Iglesia, para que siempre sea protegida con
los auxilios espirituales y merezca alcanzar los gozos eternos. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN DEL PAN DE
SAN ANTONIO
V/. El
Dios providente que todo lo creó para nuestro bien, esté con
todos vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
HIMNO DE LAUDES
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